M E S A    D I R E C T I V A

                                                                                                                    

 

 

 

 

 

 PRESIDENTE                         : Convencional Oscar Facundo Ynsfrán

 VICE PRESIDENTE 1º            : Convencional Emilio Cubas Grau

 VICE PRESIDENTE 2º            : Convencional Rafael Eladio Velázquez

 VICE PRESIDENTE 3º            : Convencional Darío A. Palacios Vera

 VICE PRESIDENTE 4º            : Convencional Luis A. Resck

 

 

 SECRETARIOS                      : Convencional Diógenes Martínez

                                                            : Convencional Emilio Oriol Acosta

                                                            : Convencional Cristina Muñoz

                                                            : Convencional Antonia Irigoitia

                                                            : Convencional Víctor Báez Mosqueira

 

 

 

 

 

                                                                           

 


 

 

 

COORDINADORES

 

  

 

             Convencional Gerardo Sosa Argaña

    Convencional Víctor Núñez

    Convencional Ramiro Barboza

    Convencional Ramón Vera Venialgo


 

 

 

DIARIO DE SESIONES

 

 

 

Computación:  José Manuel Plano de Egea

Corrección y Estilo: Américo Pérez Peña

Secretaría y Archivo:  Merardo Martínez

           


                                                                                         LISTA DE CONVENCIONALES

 


Acevedo, Euclides Roberto

Acosta Cantero, Emilio Oriol

Alfonzo González, Marcelino

Alvarenga P., Francisco

Argaña C., Jesús M.

Aseretto, Rodolfo

Avalos Flores, Carlos

Ayala, Angel

Ayala Jiménez, Eusebio R.

Ayala Zelada, Humberto

Báez Mosqueira, Víctor

Balmelli, Carlos Mateo

Barboza, Ramiro

Bareiro Saguier, Rubén

Benítez C., Carmelo J. G.

Benítez Florentín, Juan M.

Bernal Garay, Víctor Luis

Boccia, Franklin

Bogado Gondra, Juan F.

Britos Acosta, Julián

Caballero C., Esteban

Cabral Frutos, Pablo A.

Cáceres, Crescencio H.

Cáceres, Favio Catalino

Callizo, Federico

Camacho Paredes, Emilio

Campos Cervera, Rodrigo

Candia, José Ismael

Cano Radil, Bernardino

Capurro, Héctor

Cárdenas Marín, Ignacio

Castiglioni Soria, Luis A.

Castillo Gamarra, Celso

Centurión, María Ligia

Centurión, Rodolfo H.

Centurión S., Gregorio R.

Chilavert Benítez, Lino

Chilavert Viera, Reinaldo

Colarte, Carlos Martín

Cubas Grau, Emilio

Cuevas, Carlos Adalberto

Dávalos Arce, Felipe

Decoud Rodríguez, Justo R.

Delvalle, Oscar Alberto

Delvalle García, Domingo

Díaz Calderara, Francisco

Doldán Velázquez, Manuel

Dos Santos, Jorge

Dos Santos Jara, César R.

Duarte E., Inmaculada

Duarte Molinas, Luis A.

Echagüe de Ayala, María C.

Echagüe Insfrán, Ismael

Elizeche Baudo, Juan F.

Enciso Gómez, Patricio

Enciso Vega, Gregorio

Enríquez Gamón, Efraín

Escobar Genes, José B.

Espínola, Armando

Esteche Troche, Abrahán

Estigarribia G., Hugo

Fanego Arellano, Julio C. Fernández Arévalos, Evelio

Fernández B., Benjamín

Fernández E., José F.

Fernández de Marín, Nilda

 

 

 

 

Ferreira, Antonio

Ferreira vda. de Ayala, Dolores

Ferreira Bernal, Miguel M.

Figueredo, Federico

Franco Lanceta, Ricardo

Fretes, Carlos

Fretes Faría, Aparicio

Flores López, Arcadio

Florentín Paoli, Atilio R.

Gamarra V., Valentín

Garay, Luis

García, Migdalia R. de

Galeano, Antonia O. de

Galeano, Miguel Angel

Gauto Sanabria, Carlyle W.

Gill Duarte, Rodolfo

Giménez Caballero, Benito

Godoy Jara, Milciades

González, Carlos Alberto

González F., Blanca Lila

González, Juan de la Cruz

González, Gustavo René

Gónzalez, Timoteo

González Delvalle, Alcibiades

González Macchi, Luis A.

González O., Wilfrido S.

Gwynn Safstrand, Cayo

Heisecke, Guillermo

Hermosilla Ortigoza, Dora

Huerta Echeverry, Juan R.

Insaurralde F., Víctor Hugo

Insaurralde Fleitas, Elvio

Irigoitia, Antonia

Jiménez, Castor Elizardo

Kennedy, Peter Holder

Laíno, Domingo

Laterza, Gustavo

Lezcano Claude, Luis

Llamas, Estanislao

Llano, Pedro Luis

López, Francisco Solano

López Leiva, Fernando

López Ramírez, Blanca M.

Lugo Benítez, Pedro

Lugo Ortiz, Julio César

Maciel Pasotti, Benjamín

Martínez, Diógenes

Martínez G., Estanislao

Melgarejo Lanzoni, Rubén

Melgarejo Pereira, Isidro

Meyer, Carlos Ovidio

Miltos, Cosme

Morel Pintos, Mario

Morínigo, José Nicolás

Morínigo, Susana

Mongelós, Serapio

Muñoz, Cristina

Núñez, Víctor Manuel

Oggero Fernández, Raúl

Orella, Juan Gilberto

Ortíz Samudio, Tomás

Osorio, Cecilio Alejandro

Ovelar Ledesma, Pedro P.

Paciello, Oscar

Palacios Vera, Darío A.

Paniagua F., Víctor Hugo

 

 

 

 

Peralta Pérez, Juan Manuel

Pérez Peña, Julio Damián

Podestá, Carlos

Portillo, Pedro Darío

Quevedo Acosta, Víctor M.

Quintana, Gonzalo

Radice, Manuel Augusto

Ramírez, Avelino

Ramírez, Fermín

Ramírez C., Manuel de J.

Ramírez Jou, Manfredo

Ramírez, René

Recalde de Rojas, Elva

Resck, Luis Alfonso

Ríos Rodríguez, Jorge

Riquelme, Miguel Angel

Robles Alcaraz, Aída M.

Rodríguez Acosta, Eduardo

Rodríguez Arias, Pablino A.

Rodríguez P., Pedro Angel

Rodríguez, Osvaldo Tomás

Rodríguez, Teresa D. de

Rodríguez, Sinforiano

Rolón Sanabria, Vidal

Romero, Rubén Darío

Romero Pereira, Carlos

Romero Roa, Ramón

Ruíz Díaz, Herminio

Ruíz Díaz Brítez, Perfecto

Ruíz Díaz Bareiro, Elisa

Ruíz Nestosa, Jesús

Sachero, María Elena

Saguier, Miguel Abdón

Salum Flecha, Antonio

Samaniego G., Gustavo

Samaniego Giménez, José D.

Sánchez Galeano, Víctor H.

Saucedo Rodas, Aníbal

Sardi Segovia, Manuel

Sarubbi Lepretti, José M.

Segovia Avalos, Luis A.

Segovia Boltes, Agustín

Silvero Silvano, Jorgelina

Sosa Argaña, Gerardo

Sosa L. de Arréllaga, Teresa

Sosa Gautier, Alberto

Sotomayor de Setrini, Ada

Storm B., Carlos Armando

Storm Monges, Crescencio

Torales Franco, Marciano D.

Ugarte Díaz, Alirio

Valiente Escobar, Antonio

Vargas Mendoza, Eligio

Vasconsellos, Julio César

Velázquez, Rafael Eladio

Vera Cáceres, Julio César

Vera Fleitas, Francisco

Vera Venialgo, Ramón A.

Villagra Marsal, Carlos

Villalba Cardozo, Bernardo

Villamayor, Juan Ernesto

Villanueva Cardozo, Leslie

Ynsfrán, Oscar Facundo

Yore de Yunis, Lamia

Zárate González, Dionisio

Zarratea, Tadeo


                                                 SESION INAUGURAL - 30 DE DICIEMBRE DE 1991

 

                                            SIENDO LA HORA 09.00. SE DA INICIO A ESTA SESION

 


SEÑOR PRESIDENTE : Para dar inicio  a esta Sesión, por Secretaría se tomará lista de los señores Convencionales presentes, a fin de conocer si existe el quórum legal.

 

SEÑORA SECRETARIA : ... pasa la lista de los señores Convencionales.

 

SEÑOR SECRETARIO : Se pregunta si además del Convencional Carlos Adalberto Cuevas, hay otra persona que no había jurado en la primera Sesión.  Solamente él.  Si se pone de pie el Convencional Carlos Adalberto Cuevas.

 

                Yo invito a los Convencionales entonces a acompañar el Juramento del Convencional Cuevas, que el Presidente lo va a tomar.

 

SEÑOR PRESIDENTE : Sírvanse ponerse de pie.

 

                JURAMENTO

 

                Ciudadano Convencional Carlos Adalberto Cuevas: Juráis ante Dios y el pueblo desempeñar con fidelidad y patriotismo el cargo de Convencional de la República.

 

SEÑOR CONVENCIONAL CARLOS ADALBERTO CUEVAS: Si lo juro.

 

SEÑOR PRESIDENTE : Si así no lo hiciéreis Dios y  el pueblo os lo demandarán.  Muchas gracias.

 

                APLAUSOS...

 

                Señores Convencionales: El objetivo central de esta Sesión solemne Inaugural debe ser cumplido y corresponde, en consecuencia, la designación de 2 Comisiones. Una de Acompañamiento y otra de Recepción, que se constituya, la primera, en el domicilio del Excelentísimo Señor Presidente de la República para invitarle a concurrir a esta Sesión, y la otra Comisión de Recepción para recibirlo aquí en la sede de esta Convención. La Presidencia, en uso de sus atribuciones, nombra a los siguientes señores Convencionales para la Comisión de acompañamiento: Convencional Mirian López, Convencional Luis A. Duarte Molinas, Convencional Herminio Cáceres, Convencional Miguel Abdón Saguier, Convencional Euclides Acevedo, Convencional José  Nicolás Morínigo.

 

                La Comisión de Recepción estará integrada por los siguientes Convencionales: Convencional Luis Alfonso Resck, Convencional Tomás Ortíz, Convencional Rodrigo Campos Cervera, Convencional Carlos Villagra Marsal, Convencional Darío Palacios y Convencional Migdalia R.  de García. 

 

SEÑOR PRESIDENTE:  Invitamos a la primera Comisión y a la segunda. Que la primera cumpla su cometido desplazándose hasta el domicilio del señor Presidente de la República a invitarlo a participar de esta solemne Sesión de Apertura de la Convención Nacional Constituyente. Hasta tanto el Presidente de la República se haga presente en el recinto de esta Asamblea, la Presidencia declara un cuarto intermedio,hasta el arribo del mismo. Muchas gracias.

 

SEÑOR CONVENCIONAL EMILIO CAMACHO PAREDES: Hemos mocionado el nombre del compañero Víctor Quevedo para la Comisión de Recepción y, en las conversaciones previas entre Bancadas, se había establecido que éste iba a ser el mecanismo de comunicación señor Presidente. Hago esta proposición y la aclaración, solicitando una respuesta de la Presidencia.

 

SEÑOR PRESIDENTE : Bueno, señor Convencional, la Presidencia no tiene ningún inconveniente en que se lo sustituya al Convencional José Nicolás Morínigo.

 

SEÑOR CONVENCIONAL EMILIO CAMACHO PAREDES: Víctor Quevedo.

 

SEÑOR PRESIDENTE : Se incluye al Convencional Víctor Quevedo, quien también quedará como integrante de la Comisión de Recepción. La Presidencia repite: Se pasa a un cuarto intermedio hasta el arribo del señor Presidente. Muchas gracias.

 

Continuación de Sesión: hora 10:50.

 

LOCUTOR: Se encuentra presente en este acto el Excelentísimo Señor Presidente de la República del Paraguay, Gral. de Ejército don Andrés Rodríguez, así como otras altas autoridades nacionales civiles y militares, el Presidente de la Convención Nacional Constituyente, Dr. Oscar Facundo Ynsfrán y Miembros componentes de esta Magna Reunión, Señores Presidentes de Poderes del Estado, Senadores y Diputados Nacionales, Miembros del Cuerpo Diplomático acreditados ante el Gobierno Nacional e invitados especiales.

 

                El Paraguay contemporáneo vive hoy uno de los acontecimientos históricos de mayor trascendencia en busca de consolidar un país moderno, desarrollado, democrático, libertario, igualitario, asegurando un futuro de grandeza con la iniciación de la Convención Nacional Constituyente, que tiene como objetivo la elaboración de una nueva Constitución Nacional para la República del Paraguay. 

 

                Señoras y Señores, en uso de la palabra el ciudadano Convencional, Presidente de la Convención Nacional Constituyente, Dr. Oscar Facundo Ynsfrán.

 

SEÑOR PRESIDENTE : Convención Nacional. Señores Convencionales: Se reanuda esta Sesión con la presencia del Excelentísimo señor Presidente de la República, Gral. de Ejército Andrés Rodríguez. 

 

                APLAUSOS...

 

         Es para nosotros un motivo de regocijo y al mismo tiempo de compromiso que en esta circunstancia augural para la historia nacional se hallen reunidos el Poder Constituyente y el Poder Constituido con el Presidente de la República a la cabeza.

 

                Os invito seguidamente a poneros de pie para entonar el Himno Nacional.

 

LOCUTOR: La ejecución va estar a cargo de la Banda de músicos de la Policía de la Capital.

 

                           (Entonación del Himno Nacional paraguayo)

 

                APLAUSOS...

 

LOCUTOR: La Convención Nacional Constituyente está integrada por ciudadanos Convencionales que representan a todo el país y que fueron democráticamente electos el pasado 1° de diciembre. Todos los sectores políticos y sociales del país se encuentran representados en esta Constituyente por los ciudadanos Convencionales; de la Asociación Nacional Republicana Partido Colorado; el Movimiento independiente Constitución para Todos; el Partido Liberal Radical Auténtico; el Partido Revolucionario Febrerista y el Partido Demócrata Cristiano. 

 

                Excelencias, Señoras y Señores. Escucharemos ahora las palabras del ciudadano Convencional Presidente de la Convención Nacional Constituyente, Dr. Oscar Facundo Ynsfrán.

 

SEÑOR PRESIDENTE DE LA CONVENCION NACIONAL:

 

                Excelentísimo señor Presidente de la República, General de Ejército Andrés Rodríguez.

 

                Señores Presidentes y Miembros del Poder Legislativo y del Poder Judicial.

 

                Señores representantes del Cuerpo Diplomático. Autoridades Civiles y Militares. Representantes de los Veteranos de la Guerra del Chaco.  Convención Nacional Constituyente. Señores Convencionales:

 

                En más de siglo y medio de vida política independiente, es la primera vez que en nuestra historia coinciden la legitimidad popular y la legitimidad jurídica.  De dicha conjunción emerge la más genuina representación del pueblo, como es la que hoy se da aquí, felizmente, con la participación de los señores convencionales de la República.

 

                Accidentada y hasta arbitraria ha sido nuestra historia constitucional.  El enfrenta­miento o la discordia entre lo que la norma manda y lo que la realidad no acata, es una constante que ha socavado al espíritu público que, no pocas veces, ha desesperado de sus leyes y de los hombres que la corrompen, viciando su concepción y sus designios.

 

                Nuestro ordenamiento político, queriendo conformarse a derecho, ha estado sin embargo, y casi siempre, en pugna con los principios éticos que debieron servirle de justificación.  Ese divorcio o desencuentro entre la legalidad y la eticidad, acaso haya sido la raíz de nuestros males instituciona­les.

 

                Muchos de nuestros gobernantes han sentido el irrefrenable deseo de acumular cargos y dignidades, y se han mostrado aficionados a la nociva práctica de la manipulación de los órganos políticos del Estado que han ostentado externamente cuando menos la aureola de la representación nacional. La tendencia  -casi inercia-  a querer perpetuarse en los cargos públicos, sobre todo en los de mayor jerarquía, nos habla claramente de que, pese a que proclamamos como blasón nuestro sentido igualitarista de la vida y de nuestros derechos, abrigamos ambiciones personales que de suyo denuncian nuestro apego al privilegio, a la canonjía y al providencialismo.

 

                Esos hábitos de irracionalidad política nos han costado todo tipo de infortunios, que hemos querido atemperar con el nimbo de nuestras glorias marciales, como si el martirologio fuera el único camino para merecer la consideración de las naciones civilizadas del planeta. La sociedad civil deposita­ria por excelencia de las inquietudes del pueblo ha sufrido las restricciones que significan la ausencia de las garantías ciudadanas, imprescin­dibles para el ejercicio de sus derechos políticos y el desarrollo armónico de la cultura y de la ciencia.

 

                Sin embargo, no es hora de incriminar el pasado, sino de superarlo. ¡Guarde nuestra historia los fastos legítimos cuya sustancialidad los asimila al presente y al futuro, pero que nuestra memoria relegue para siempre aquellos episodios o, incluso, procesos, cuyas muescas devastadoras han servido sólo para retardar la hora de la libertad y de la democracia, que ya soñaron nuestros abuelos comuneros, y han sido el ideario inmortal de los padres de Mayo!

                                                         *

                A las puertas del siglo XXI, nuestra política no puede seguir siendo colonizada por la sinrazón y las mistificaciones.  La llamada sociedad del conocimiento, nos urge a que transfor­memos definitivamente nuestros obsoletos sistemas jurídicos y políticos, en base a una renovación radical de la filosofía de la educación paraguaya, descargándola de su contenido ideológi­co y realimentán­dola con los elementos propios de la ciencia, la tecnología y la ética.  La salud pública, el trabajo, la vivienda y la ecología, deben dejar de ser políticas secunda­rias de un "ogro filantrópico" como se ha llamado al Estado paquidérmico o patrimonialista, para pasar a ser preocupa­ción fundamental de un Estado eficiente, que canjee su burocrática y adiposa estructura, por otra ágil, práctica y funcional.

 

                En esta Convención debemos diseñar la democracia, no sólo como un sistema de gobierno, sino como forma del Estado, es decir, un estilo de vida que se sustente en el respeto irres­tricto a la persona humana; en la libertad de conciencia y de confesión; en la libre expresión del pensamiento; en una prensa libre y capaz; en el bien común como desideratum de la políti­ca; en la convivencia pacífica que deriva de un orden jurídico racional, donde ningún principio pueda estar inspirado en intereses mezquinos ni malsanos, y en el que la búsqueda de la justicia social, haga que la existencia individual se vuelva un ejercicio ético cotidiano y que los afanes colectivos se transfor­men en un ininterrumpi­do imperati­vo moral.

 

                Para ello necesitamos una constitución legítima que consagre estas caras aspiraciones.  A este propósito, el maestro Segundo Linares Quintana nos dice que: "El problema de la legitimidad de la Constitución es de naturaleza esencialmen­te política y debe resolverse remontándola hasta la naturaleza del acto constituyente.  Para que la Constitución sea legítima, el acto constituyente debe ser la expresión genuina de la voluntad del pueblo, surgida de una libre expresión mayorita­ria, y no hallarse viciado por el fraude, el soborno o la violencia".

 

                No obstante, aun con la voluntad más altruista, deberá enfren­tarse a las dificultades histórico-políticas que plantean las urgencias y vicisitudes de todo país en vía de desarrollo.  Crear un estado de derecho es más que un esfuerzo legislativo, porque el sistema jurídico es una mera estructura formal si no se asimila a lo que se denomina Estado de Justicia, esto es, un régimen que incorpore los progresos de la evolución moral de la humanidad en todos los órdenes de la existencia individual o colectiva, lo que en sí y por sí compromete a todas las posibi­lidades de una vida mejor y más digna.

 

                Se ha dicho que muchas son las dificultades que han impedido una fluida incorporación de los países del mundo subdesarrollado al constitucionalismo clásico.  Las llamadas relaciones "neocolo­niales" o los comportamientos calificados de "imperialistas", son una auténtica realidad.  Los países en vías de desarrollo o, paradójicamente desarrollantes, por contribuir a la opulencia de los desarrollados, son al mismo tiempo ayudados y explotados por éstos y, la mayoría de las veces, los elementos de explotación son superiores a los de ayuda.  El fenómeno más conocido es el de la fijación de los precios, por los países desarrollados, de la materias primas producidas en nuestros países.

 

                Pero este problema no es el único.  Está el de la deuda externa que ha vuelto perversamente a América Latina exporta­dora de capitales, y es otro de los grandes obstáculos para la consolida­ción de la democracia en el continente.  El proteccionismo del mundo desarrollado, unido a la usura internacional, sólo depara penurias y rencores en el relacionamiento interna­cional norte-sur.

 

                Afortunadamente, el deshielo de las ideologías históricas, cuyas utopías y mitos se deshacen y extinguen, permite soñar con el advenimiento de un mundo más racional, una paz más duradera y un orden universal mas equitativo.  Pero, para que esta expectativa sea válida, debemos hacer un esfuerzo de anticipación.  Hemos perdido el hábito de mirar el futuro y nos hemos vuelto obcecadamente retrospecti­vos, olvidándonos que, quienes miran inveteradamente para atrás, terminan bíblicamente convertidos en estatuas  de sal.  Esta actitud nuestra es producto de nuestra incertidumbre, el fruto ácido de nuestra inseguridad.  Mientras no sepamos afirmarnos en el presente, temeremos siempre el desafío que entraña el futuro.  La democracia política que vivimos, nos ha abierto las puertas de la democracia social, que permitirá cancelar las polarizaciones económicas que nos abisman.  La democracia, también, nos ha posibili­tado desbrozar el camino de la integración en nuestro continente.  El MERCOSUR será la manera de expandir nuestra nacionalidad sin mengua para nuestra soberanía esencial.  Quedarán sí, en el trayecto, rémoras económicas hegemónicas, narcisismos históricos y triunfalismos étnicos.  Empero nuestra identidad cultural permanecerá indemne, porque aspiramos a convertirnos en una nación que asuma con orgullo su condición y su carácter multiétnico y pluricultural.

 

                Por ello están presentes en esta magna Convención  -en este Aty Guasú-  los representantes de los pueblos precolombinos que constituyen la mitad del alma nacional, que es una e indivisa.  Las dificultades propias de leyes positivas, han impedido que sean Convencionales Constituyentes, pero no creo que nadie que se sienta auténticamente paraguayo desoiga el clamor de estos pueblos que nos dieron una identidad profunda y una lengua rica, joyosa e inmortal.

 

                Por último, diré que no podremos  -por las limitaciones de la condición humana que nos signa-  hacer la justicia total; pero ello no debe ser obstáculo para que el hombre realice actos de justicia y evite la injusticia absoluta que es el inmovilismo, el estanca­miento y la desidia.

                                                         *

 

                Convencionales de la República: cerca de quinientos años nos miran serenamente desde la lejana fundación de Asunción y, por primera vez en casi dos siglos de vida independiente, está en nuestras manos fijar el rumbo cierto de la democracia que nos redimirá por la libertad y la concordia.

 

                ¡Honor y gloria a Dios en esta hora auroral de nuestra historia! Y nuestro reconocimiento emocionado a los soldados del 70, a los defensores del Chaco y a los mártires civiles de nuestra historia, que hicieron posible nuestra independen­cia y nuestra libertad.

 

                Señores Convencionales: está en nuestras manos dignificarnos por la libertad.  Y no perdamos la ocasión que nos brinda el Todopoderoso, o el pueblo nos demandará.

 

                APLAUSOS...

 

LOCUTOR: Fueron las palabras del ciudadano Convencional, Presidente de la Convención Nacional Constituyente, Dr. Oscar Facundo Ynsfrán.

 

                Excelencias, señoras y señores: La apertura oficial de la Convención Nacional Constituyente, a cargo del excelentísimo señor Presidente Constitucional de la República del Paraguay, General de Ejército Don Andrés Rodríguez.

                                                        

SEÑOR PRESIDENTE DE LA REPUBLICA DON ANDRES RODRIGUEZ: Señores Presidentes de Poderes del Estado. Señores Embajadores de países amigos. Señores Representantes de las Fuerzas Armadas de la Nación. Señoras y señores:

 

                Señores Convencionales Constituyentes: Agradezco profundamente el señalado honor que se me dispensa al dirigirles a ustedes este mensaje en mi condición de Presidente de la República.

 

                Hoy se cumple una etapa fundamental en el proceso iniciado hace poco más de dos años, en el que todos los paraguayos y también los extranjeros que habitan nuestro suelo, cifraron sus esperanzas en un nuevo estilo de vida cívica, acorde con la voz de los nuevos tiempos.

 

                Dentro de las dificultades que supone invariablemente un cambio profundo y definitivo en un proceso de transición, podemos, en líneas generales, invocar la existencia de un saldo positivo en el camino recorrido hasta la fecha.

 

                Hay quienes piensan que puede darse ya por terminado el ímpetu renovador y, con el respeto que me merece la opinión ajena, creo yo, sin embargo, que las grandes empresas del espítiru están siempre en marcha permanente a la conquista de un constante perfeccionamiento que nunca alcanza su estado ideal.

 

                La democracia es un claro ejemplo de ello. La democracia exige tanto de nosotros, que debemos estar permanentemente en guardia, en actitud de constante defensiva, para asegurar su pleno imperio.

 

                Como bien se sabe, los cambios que dan nuevos rumbos a las sociedades tienen como origen y sustento la voluntad popular. Nosotros creímos interpretar esa voluntad cuando iniciamos este proceso de transición en el año 1989, en especial, cuando formulamos al país algunas propuestas destinadas a rectificar una larga tradición autoritaria e instaurar una auténtica democracia.

 

                Esas propuestas no representaban solamente el sentir y la aspiración de quienes asumíamos la responsabilidad de administrar el Estado e impulsar las reformas aconsejables. Su contenido específico interpretaba y coincidía plenamente con las inquietudes de nuestro pueblo y de todos los sectores sociales, y a esta coincidencia se debe que la realización de esa propuesta viene contando con el apoyo del pueblo y se desenvuelve en un orden normal y pacífico.

 

                Con satisfacción podemos afirmar que en el Paraguay reina por fin la libertad, porque el pueblo así lo quiere; porque ha comprendido que siendo libre es como puede ser sujeto protagónico de su destino. Avanzamos decididamente por el camino de la democracia y diversos acontecimientos jalonan, en tan breve período de nuestra historia, el progreso institucional de la República: Elecciones libres, convivencia en pluralismo, y efectiva vigencia de los derechos humanos. El Paraguay está al día con la libertad y la democracia.

 

                Esos hechos transcendentes han demostrado, al país y a la comunidad internacional, que las promesas que hicimos al encargarnos del Gobierno no estuvieron motivados por la ambición de poder, sino por sinceros propósitos de servir a la nación para lograr la más ambiciosa meta de su bienestar.

 

                Por eso es relevante el acontecimiento de la instalación de esta Convención Nacional Constituyente.

               

                Es la primera vez en nuestra historia que una Asamblea tan calificada deliberará en plena libertad. Es la primera vez que su conformación responde a un efectivo ejercicio de la soberanía popular. Y es también la primera vez que se ostenta una autoridad indiscutiblemente legítima.

 

                La soberanía que ha sido delegada expresamente por el pueblo para la reforma constitucional, exige de parte de ustedes, señores Convencionales, la más absoluta fidelidad a ese pueblo. Pero además de esa fidelidad, es, se impone una segunda exigencia, que la nueva carta política con ser absolutamente republicana y democrática, debe estar elaborada para los paraguayos. Debe responder al contexto de nuestra realidad, de nuestra historia y de nuestra cultura. No podemos ignorar nuestras circunstancias, nuestras tradiciones ni los requerimientos singulares de nuestro desarrollo económico y social. Debe estar pensada para este marco histórico y no ser simplemente copia de experiencias ajenas.

 

                Ese es el desafío que tienen los señores Constituyentes. Y confío en que sabrán, con inteligencia y patriotismo, responder eficazmente a ese ineludible reto. De nada nos serviría una Constitución inaplicable a nuestra realidad, o que esté divorciada de nuestra entidad social como nación.

 

                Semejante planteamiento significa, además, que los derechos, los fundamentales del ser humano, deben tener su lugar prominente en la nueva Constitución, por ser precisamente el instrumento básico de la conducción política que está llamado a garantizar la libertad de todos, sin excepciones, el derecho a la igualdad para los hombres y mujeres, las culturas y las etnias, los grupos y sectores sociales.

               

                La nueva Constitución debe garantizar, para todos, los bienes de la justicia, de la paz, de la salud, de la educación, de la cultura, y debe ofrecer la seguridad en el mantenimiento del orden jurídico que debe abolir todo tipo de discriminación y opresión; y debe remover los obstáculos que impidan la participación de la ciudadanía en el quehacer político, económico, social y cultural de la República.

 

                Por eso está obligada a asegurar la convivencia democrática y el pluralismo político, el justo orden social y económico, promoviendo la libre participación. La nueva Constitución debe fomentar el desarrollo de la economía, la aplicación y el avance de las ciencias y la tecnología, la difusión del arte y la cultura, y debe también procurar el mejoramiento constante de la calidad de  vida. Asimismo, debe promover una armónica relación con el medio ambiente y la naturaleza, protegiendo la ecología del país.

 

                Esta Constitución tiene el inexcusable deber de instaurar un dinámico Estado de Derecho. En tal carácter, no sólo debe crear las bases esenciales de su forma y modernización, sino que también debe articular con acierto los principios que aseguren la adecuada relación entre los poderes del Estado, su justo equilibrio y sus respectivas autonomías. Debe estructurar el Poder Político y ponerlo al servicio del desarrollo, de la expansión y la creación de riquezas y a su racional distribución, junto a las garantías de libre y plural participación política.

 

                El nuevo Estado debe ofrecer la posibilidad de erradicar la pobreza, la marginalidad, la injusticia y el atraso.

 

                Un Estado de Derecho, pero también de bienestar, de promoción social y de solidaridad humana, debe ser el perfil público que la nueva carta aporte al futuro del país y a su anhelado progreso.

 

                Y en esta época, signada por los desafíos de la integración y cooperación internacionales, la nueva Constitución debe fomentar el mantenimiento de relaciones fecundas y pacíficas, justas y fraternas del Estado y del pueblo paraguayo con las distintas naciones del mundo.

 

                Señores Constituyentes: la nación paraguaya y su Gobierno están y estarán espectantes ante la historia. La responsabilidad que hoy asumen ustedes como Poder Constituyente para elaborar el modelo de una nueva sociedad, la que queremos obviamente mejor que la que estamos viviendo, a fin de que nuestros afanes presentes y los de nuestros hijos, puedan estar amparados por la vigencia de un sistema jurídico ejemplar.

 

                La soberanía con la que está investida esta Constituyente debe convertirla en una Asamblea abierta, tanto en el sentido de la franqueza y de la transparencia con que deben hablar y plantear sus ideas, como en la actitud de apertura y de receptividad que deben tener para captar y recibir las inquietudes y las propuestas del pueblo.

 

                Les deseo una fructífera labor y una dedicación digna de nuestras esperanzas y de nuestros derechos a vivir en democracia. Esta no es solamente la oportunidad de ustedes, es antes que nada la oportunidad del pueblo.

 

                Por lo tanto, a su juicio y al de la historia deberán rendir cuenta sobre el compromiso que han asumido de dar al país una Constitución genuinamente democrática, un Estado modernamente estructurado y una sociedad generosamente solidaria.

 

                Señores Convencionales: con la autoridad que me asiste al haber cumplido y seguir cumpliendo con las promesas que formulé en mi proclama del 3 de febrero de 1989, me permito solicitarles que hagan ustedes honor a nuestra voluntad común de ver enaltecido para siempre el nombre de nuestra amada patria, el Paraguay.

 

                Cuando acepté el insigne privilegio de asumir las funciones que desempeño, prometí entregar a mi sucesor al término del presente período Constitucional, las insignias de esta alta magistratura y transferirle los poderes que le son inherentes.

 

                Me han llegado, sobre todo en estos últimos tiempos, voces de aliento a mi gestión gubernativa que yo agradezco conmovido y que me complacen, porque son más que nada una expresión de buena voluntad. Sin embargo, ahora en este solemne acto y en ocasión tan propicia para el efecto, teniendo puesto como siempre mi pensamiento en el honor de la República, me ratificó plena y enfáticamente en aquella decisión, y es así como el 15 de agosto de 1993, llegará a su término mi mandato presidencial, para que se cumpla en su plenitud mi palabra de ciudadano y de soldado.

 

                APLAUSOS PROLONGADOS.

TODOS LOS PRESENTES SE PONEN DE PIE.

 

                Pido fervientemente a Dios Todopoderoso, Legislador Supremo y Señor de la historia, que dirija vuestras deliberaciones, que guíe vuestras decisiones y que conceda abundantemente al Paraguay la paz y la felicidad a la que tiene derecho nuestra grande y noble nación. Gracias.

 

                APLAUSOS...

 

LOCUTOR: Discurso del excelentísimo señor Presidente de la República General Andrés Rodríguez.

 

                Y ahora en uso de la palabra, el ciudadano Presidente de la Convención Nacional Constituyente, doctor Oscar Facundo Ynsfrán.

 

SEÑOR PRESIDENTE : Convención Nacional Constituyente. Tiene la palabra el señor Convencional Oscar Paciello por la Asociación Nacional Republicana.

 

SEÑOR CONVENCIONAL OSCAR PACIELLO: Excelentísimo señor Presidente de la República. Excelentísimo señor Presidente de la Convención Nacional Constituyente. Excelentísimos Presidentes de Poderes del Estado. Honorables Convencionales. Señores Senadores y Diputados de la Nación. Señores representantes de las Fuerzas Armadas de la Nación. Señores representantes de países amigos:

 

                El Partido Colorado nuevamente hoy, al pie de sus centenarias y gloriosas banderas está presente para estas decisivas jornadas.  Su generosa doctrina nos inspirará en la concreción del marco jurídico que organice un Estado servidor del hombre libre.

 

                Para llegar a esta instancia suprema, en la que por primera vez en su historia el pueblo paraguayo tendrá ocasión de autodeterminarse libre y democráticamente, la Asociación Nacional Republicana ha tenido que sortear innúmeros obstáculos y pagar una alta cuota, incluso con sangre, dolor y luto.

 

                Ese ingente sacrificio nos impone el supremo deber de asegurar, y esperemos que para siempre, el primado de la Ley para acceder a la justicia y, con ella, a la libertad.

 

                El Partido Colorado, expresión genuina del querer y sentir del pueblo paraguayo, recibió, al asumir la responsabilidad de conducir los destinos de la patria, una estructura político-jurídica esencialmente autoritaria. La carta política de 1940, en julio de ese año, al denunciarla y repudiarla desde la clandestinidad, decía el Presidente de su Junta de Gobierno doctor Juan León Mallorquín, y con ello marcaba a fuego el pensamiento constitucionalista colorado: "Una carta política no puede imponerse a un pueblo por la fuerza ni por la voluntad unilateral de un caudillo o un magistrado, por altos que sean sus merecimientos. La Constitución política debe ser la expresión de la voluntad mayoritaria de la Nación, libremente manifestada, porque solamente con este origen puede ser una fuerza legal y espiritual orientadora.  Una Constitución impuesta, lejos de traducirse en una prenda de paz y convivencia nacional, será un instrumento sin valor jurídico y un elemento de permanente perturbación política".

 

                El tiempo comprobó la validez de esta profecía. A la estructura institucional establecida en aquella carta, debieron sumarse las secuelas de una cruenta contienda fracticida que reforzó el autoritarismo, tornando muy difícil superar tan férreos elementos condicionantes.

 

                Fue una tarea no exenta de inmensos peligros. Ocioso sería historiarlos en esta ocasión, ya que están frescos en el recuerdo los fallidos intentos librados al efecto, tal como la Constitución de 1967.

 

                Durante este dramático lapso, egregios varones, representantes de las más puras convicciones republicanas y democráticas, a quienes rindo emocionado homenaje, dejaron sus restos en el ostracismo. La vida y sacrificio de estos correligionarios constituye el testimonio inequívoco de los padecimientos a los que fue sometido el Partido y todo nuestro pueblo en su lucha indomeñable por afirmar la libertad de nuestra patria.

 

                Hubo de sobrevenir la alborada radiante del 3 de febrero de 1989, para reparar tantas injusticias y reivindicar al Partido Colorado del sojuzgamiento al que se hallaba sometido. Es por eso que en la proclama de aquella fecha, preocupación explícitamente expresada, fue la de restañar las heridas de nuestro Partido, puesto que para consolidar la democracia en el Paraguay es insoslayable la participación de este centenario Partido.

 

                Liberado éste de las ominosas coyundas del autoritarismo, emergen sus esencias democráticas y libertarias, creándose las condiciones para cumplir su misión histórica de conducir los destinos de la nación hacia una auténtica democracia.

 

                Y así, fiel a su doctrina y tradiciones, el coloradismo implementa un proceso sin paralelos en la historia política del Paraguay.

 

                Impulsa elecciones libres, sanciona el Código electoral, convoca a elecciones municipales, acata reverente el resultado de las urnas, formula llamado a Convención Nacional Constituyente, propicia las elecciones más libres y democráticas de que se tenga memoria para elegir Convencionales y abre con ello anchas avenidas para el encauzamiento de los anhelos libertarios de nuestro pueblo, respaldados por el pundonor, el honor, la valentía de nuestro primer Magistrado que acaba de hacer un anuncio de que cumple con su palabra.

 

                He aquí congregada la Representación Constituyente del Partido Colorado en su más genuina expresión de pueblo, desde el Alto Paraná y el Alto Paraguay hasta su confluencia, representados todos los sectores de nuestra ancha geografía, y de todos los Estamentos Sociales, desde el hombre de campo, agricultor o ganadero, pasando por los trabajadores, los empresarios, hasta profesionales e intelectuales. Es decir, Convencionales auténticamente representativos del pueblo paraguayo.

 

                Una Constitución debe ser elaborada por la más genuina representación popular que la expresará con sus peculiaridades e idiosincrasias, sin excluir, ciertamente, los logros de la ciencia, pero cuidando muy particularmente que, so pretexto del tecnicismo científico, no se implementen fórmulas que escondan deshumanizadas vertientes ideológicas al servicio de los poderosos.

 

                Desde luego, en el ideario sagrado del coloradismo se expresa que debemos propender a la plasmación de una sociedad igualitaria, sin privilegios ni clases explotadas.

 

                De ahí que nos sentimos orgullosos de integrar este grupo representativo de tan amplios sectores de nuestro pueblo, ungidos por el veredicto inapelable de las urnas, único y exclusivo juez de la legitimidad democrática.

 

                Por eso somos mayoría y por eso nos sentimos doblemente comprometidos con la democracia. Hay quienes delatando su inocultable inspiración fascista o totalitaria, pretenden que no se respete la mayoría legítimamente establecida por el pueblo en las urnas, pretendiendo implementar la vigencia de obscuras oligarquías o intereses egoístas o plutocracias voraces o delirantes mecianismos hoy borrados del horizonte de las ideas contemporáneas.

 

                Con entera y absoluta buena fe, esperamos que esta mayoría constituya la base del consenso nacional, puesto que esperamos se integren a ella, también de buena fe y sin sectarismos, todas las fuerzas políticas aquí representadas. Sólo así, democráticamente, sepultaremos por siempre los autoritarismos, los obscuros mecianismos y no pocas expresiones retrógradas que permanentemente agreden al pueblo paraguayo atribuyéndole gratuitamente imaginarias falencias que sólo existen en los regresivos pliegues de las mentalidades fascistas.

 

                Con la fuerza incontrastable de la racionalidad y amor a la patria, sepultaremos también los afanes de los especuladores, de los cipayos del cuño que fueren, de todos aquellos que alientan tortuosos afanes, de preterición de la auténtica voluntad popular.

 

                Nuestro partido exhibe en su rico historial una constante lucha contra la dominación, lucha por las reivindicaciones populares, lucha por el bien común; un ideario glorioso que acuñaba hace un siglo en su contenido y se concreta en la moderna expresión de Estado  Democrático y Social de Derecho.

 

                Venimos a debatir ideas, principios, propuestas, sin otro norte que el bien de la patria. Ya que, como lo expresara nuestro padre fundador, el General Bernardino Caballero, el sistema republicano que nos rige tiene por base la discusión, y no se concibe la discusión sin opiniones diferentes, porque es hasta opuesto a nuestra naturaleza el suponer que todos los hombres podamos pensar de la misma manera.

 

                De ahí también que en esta hora solemne traigo a la reflexión un pensamiento colorado, forjado en el yunque de nuestra dolorosa política, que expresa: "Es hora de una apelación apasionada, de la llamada concordia nacional", en primer lugar para purificarnos de rencores e inaugurar una nueva época en que la memoria sea la fuente del perdón y no el arsenal de la venganza. Por demasiado tiempo la discordia nos ha deformado el alma, nos ha llevado a una vivencia Jesucristiana apenas epidérmica y formal, que siempre mal ocultaba los torrentes interiores del odio que nos separa, de la intolerancia que nos encona y del espíritu banderizo que por largo tiempo nos negó horizontes con promesas de amaneceres.

 

                Ningún partido, por sí solo, redimirá al hombre paraguayo y lo rescatará de su postergación permanente. El milagro sólo se producirá bajo el manto providencial de la concordia, de una convergencia colectiva hacia propósitos del bien común, en la cual los únicos réprobos serán los que desertan de la marcha.

 

                Inspirados en estos pensamientos y parafraseando a Croche es oportuno concretar nuestra postura y sentimientos expresando la necesidad de que hagamos de nuestra historia futura una hazaña de la libertad. Liberemos al hombre paraguayo por la cultura y sin olvido de nuestras raíces, miremos hacia el futuro, accedamos al siglo XXI hermanados por la concordia nacional.

 

                Para finalizar, séame permitido un homenaje a nuestro pueblo paraguayo y a su expresión más acusada de identificación cultural. Narra Héctor Francisco Decoud, refiriéndose a la Constituyente de 1870: el Diputado por Paraguarí, Pedro Recalde hizo moción para que se permitiese a algunos de los Convencionales de la campaña expresarse en guaraní.

 

                Esta moción produjo entre los Convencionales una gran hilaridad y fue combatida enérgicamente, pidiéndose no tan sólo su rechazo, sino que se prohibiera terminantemente que en lo sucesivo fuese promovido el asunto.

 

                Pues bien, señoras y señores, con la debida dispensa que pido a los señores representantes de naciones amigas y siendo el guaraní un idioma nacional, que pretendemos resulte en el futuro igualmente idioma oficial, termino mi participación en nuestro idioma vernáculo, como un desagravio tardío, pero desagravio al fin, a aquellos Convencionales que, ante las fuerzas de ocupación extranjera, debieron consentir la sanción de una Carta Constitucional que no comprendían y que explica desde luego su escasa vigencia.

 

                Tetagua Paraguái: Roguahe ko'ápe rojapo hagua  ñane retá ñe'e, ñanembosanvyhyva'era maymáva Paraguái. Ore Colorado roguahe  orepy'a poti asyetéreve. Roikuaa pora ndoroipotáiva, hetaiterei mba'e vai rohasa, hetaiterei ningo oiko japu ñande pehenguénkuerape, ha umi mba'e opava'era. Maymáva ápe roiméva ningo romotenondese ñane reta. Ha upéva oiko hagua, tekoteve ñepyrura jaiko joayhupaguasúpe, ña mombo la japu, pokare ha opáichagua jerovia'y, ha py'a peteime jajepytaso, jojapaguasu ñambo yvate ñane reta.

 

                Ñepyrura ñamosaso mbareteva'era ñande rekove, karai ñe'eme; la libertad. Upéva oikohagua pe ñande colorado arandu ñanembo'e  mba'éicha ñañemoaranduve'ara, maymáva Paraguái oñeha'ava'era oñemoarandu ikatu haguáicha ani oñembotavy ha anive ojeko avavére. Uperire katu ñamoíva'era petei jeroviaha  mbarete porame, maymáva Paraguái ojojapava'era. Ha upéicha, ore py'aite guive romyasái ko ñane ñe'eme: Aguive joayhúpe maymáva tetagua  ñañembyaty  ñamotenonde ñane reta.  Aguyjete.

 

                APLAUSOS...

 

SEÑOR PRESIDENTE : Tiene el uso de la palabra el Convencional José Félix Fernández Estigarribia por el Partido Liberal Radical Auténtico.

 

                APLAUSOS...

 

SEÑOR CONVENCIONAL JOSE FELIX FERNANDEZ ESTIGARRIBIA: Excelentísimo señor Presidente de la República del Paraguay. Señor Presidente de la Convención Nacional Constituyente: Excelencias. Señoras. Señores. Señores Constituyentes.

 

                Me toca la reponsabilidad de hacer uso de la palabra en nombre del Partido Liberal Radical Auténtico. Hace más de 180 años que los hombres que vivían en esta tierra, decidieron organizarse en un país independiente y buscar la felicidad para los que habitan en este suelo. Desde entonces, los que los demás y nosotros mismos denominamos los paraguayos, estamos buscando el camino de la felicidad, el camino de esa utopía que parece siempre inalcanzable. Y en esta oportunidad en que los paraguayos vamos a renovar nuestras convicciones más íntimas y más profundas, yo, en nombre de mi partido, por la más pura y genuina tradición liberal, prefiero hacer uso de la palabra más que como liberal, con el honor de ser paraguayo.

 

                APLAUSOS...

 

                Es posible que en este momento todos nos estemos preguntando cómo va a ser nuestra Constitución, y el pensamiento que los 55 que venimos representando a nuestra centenaria nucleación política, es hacer en líneas generales y en el breve espacio de tiempo, una Constitución que represente la síntesis entre lo individual y lo social, entre la libertad y la autoridad, entre las partes y el todo, que al final de cuentas, esa es la síntesis, que en cualquier latitud de la tierra buscan los seres humanos.

 

                Al mismo tiempo, tenemos la obligación de reinsertar al Paraguay a la sociedad civilizada de las naciones, de la que algunos pretendieron vanamente apartarlo. Por eso mismo, esta Constitución tendrá que sentar las bases para que esa transición hacia la sociedad universal, que los hombres estamos gestando en el planeta, se haga dentro de las transformaciones legales de nuestra Carta Magna.

 

                Y sobre todo, atendiendo al desafío inmediato del intento de crear aquí y en esta área del mundo, una nueva comunidad de naciones con estilo propio, con estilo americano, pero peculiar y singularmente paraguayo.

 

                Mi partido ha reivindicado siempre en esta tierra la lucha por la libertad, pero, al mismo tiempo, ahora tenemos la obligación de decirlo, que nos sentimos tan comprometidos con esa generosa tradición, como la de reivindicar al mismo tiempo el concepto de igualdad, concepto que no puede ser una mera declaración formal, sino que tiene que ser que cada uno de los paraguayos hasta los más humildes tengan ahora, y en este momento y desde ahora, su nueva oportunidad. Por eso mismo, entendemos que en esta etapa tercera del constitucionalismo, también tenemos que asegurar lo que llamaríamos los derechos de la sociedad. Esos derechos a una mejor calidad de vida, a protección de la minoridad, a protección de la ancianidad, a protección del medio ambiente.

 

                En fin, y por sobre todas las cosas, refundarla otra vez a la República. Por eso mismo esta Constitución parece que comienza con buen paso. En la vida de los países no hay un solo camino, no hay un sólo sentido y no hay un solo partido que pueda hacerla. Las sociedades se hacen entre todas las fuerzas políticas. Por eso mi Partido, el Liberalismo Radical Auténtico, no puede dejar de apreciar y señalar que en este momento las palabras del señor Presidente de la República abren nuevos espacios a la sociedad y, por supuesto, las generaciones venideras van a recoger el legado y el mensaje de un soldado que eligió la libertad.

 

                APLAUSOS...

 

                Señores Convencionales:  hace ya mucho tiempo San Agustín escribió su famoso tratado: "La ciudad de Dios". Dicen los que saben Derecho Constitucional que ese es el primer gran Tratado de Derecho Constitucional. Lo importante es que ahora Dios nuestro Señor nos ilumina a todos y cada uno de nosotros, aquí y ahora a los hombres que van a comenzar nuevamente a construir su ciudad. Nada más.

 

                APLAUSOS...

 

SEÑOR PRESIDENTE : Tiene el uso de la palabra el Convencional Emilio Camacho Paredes por el movimiento CPT.

 

SEÑOR CONVENCIONAL EMILIO CAMACHO PAREDES: Excelentísimo señor Presidente de la República, General de Ejército don Andrés Rodríguez. Señor Presidente de la Convención Constituyente. Honorable Convención Constituyente. Señores Presidentes de Poderes del Estado. Ciudadanos del Paraguay.

 

                La magnitud de una Convención Nacional Constituyente se justifica en la medida que signifique una ruptura con el pasado autocrático y el inicio de la construcción de un futuro democrático. Con esa convicción  y no en nombre de ninguna representación, sino como ciudadano deseoso de asegurar la democracia largamente postergada en este pueblo, vamos a hacer cuestión fundamental en las instituciones que seguidamente citaremos antes de ocuparnos de los grandes principios.

 

                Si aceptamos que la soberanía popular reside en el pueblo, los representantes políticos y las autoridades no tienen otra alternativa que aceptar la convivencia pacífica con el adversario político.

 

                Tal vez sea uno de los pocos dogmas de la democracia que la representación popular no puede nunca ser usurpada y todo ciudadano como elector y todo ciudadano elegido, merece el pleno y total respeto porque es la expresión de la forma superior que la raza humana ha descubierto hasta ahora, la democracia representativa. Hay una sola alternativa al desconocimiento de la disidencia, al ostigamiento a los cargos electivos y es el camino autoritario, que estoy seguro con esta Convención Constituyente va a ser separada, porque también en esta Convención Constituyente con pocas palabras se ha sentado uno de los principios republicanos, la alternancia en el cargo que ha quedado asegurada con las expresiones del Presidente de la República.

 

                En este camino, Constitución Para Todos y los ciudadanos que vamos a iniciar el debate queremos ocuparnos de un concepto sociológico de Constitución. No debemos alimentar el rencor, pero la vigencia de las leyes, la materialidad de las leyes, la virtualidad del orden jurídico, solamente es posible y es aplicable si descansa en su pueblo, si descansa en la mayoría, si descansa en instituciones capases de aplicarlas.

 

                En ese sentido, el Poder Político, instancia suprema de organización en una sociedad, debe respetar siempre la autonomía de las instituciones políticas, sociales y económicas, y el Estado, salvo tal vez la Defensa Nacional, no debe monopolizar otras instituciones. Los derechos humanos, la dignidad del ser humano definen a un Poder Constituyente, en cuanto pacto ciudadano que delega puntualmente sus libertades para precisamente hacerlas respetadas.

 

                En nuestra historia tenemos un divorcio que debe ser superado alguna vez y de una vez por todas, el eterno divorcio entre el poder civil y la institución del ejército.

 

                El ejército que detenta el monopolio constitucional de las armas, debe invariablemente ajustarse al orden jurídico, respetar la supremacía del poder civil, aquel que emerge de las urnas, al recordar que no está para intentar gobernar un país sino para defender la soberanía del Estado en armonía con su pueblo. Es esa la justificación fundamental de un monopolio constitucional en el uso de las armas. Solo así las Fuerzas Armadas ganarán definitivamente la dignificación y se superarán décadas de división. Al asumir que son profesionales para defender la soberanía nacional, serán motivo de orgullo para la democracia y no más causa de temor o de rumores. Que sea una carrera profesional donde se destaquen los mejores y que nunca más esté vinculada a la suerte de ningún partido político, sino vinculada a la suerte del Estado paraguayo, a la soberanía de un pueblo, que para eso se ha creado un ejército.

 

                También se insistirá fundamentalmente en el Poder Judicial. En más de 150 años de historia republicana, nunca existió la posibilidad de una carrera judicial y siempre existió el sometimiento de la justicia al poder político, y, cualquiera sea el tipo de Constitución que de esta Convención salga, si no se asegura la autonomía judicial, si no aseguramos la carrera profesional de la magistratura, la aplicación de la Ley, la aplicación del derecho, seguirá sometida a los caprichos de un eventual Poder Político.

 

                Estamos construyendo una democracia y, por lo tanto, son cuestión fundamental las instituciones y solamente divorciando de una vez por todas al Poder Judicial del Gobierno, de cualquier gobierno y remitiéndolo a una designación por el Congreso, estaremos asegurando real, prácticamente, más allá de las palabras, la fundación de un Poder Judicial Independiente.

 

                Por otro lado, la descentralización también juega un papel fundamental, en la medida que muchas veces el autoritarismo es producto, no de la voluntad unipersonal de una persona, sino de una concentración desmedida de poderes que obviamente lo empuja a ejercer arbitrariamente. Decía un gran pensador constitucionalista, que todo poder supremo corrompe supremamente.

 

                Por último la justicia social, gracias al desarrollo del derecho constitucional, ya ha superado las simples declamaciones y conoce de instituciones concretas y eficaces que también deben ser incorporadas en un Proyecto Constitucional.

 

                En nuestro país, de característica esencialmente agrario, pasa por una efectiva distribución de la tierra y también por la permanencia del Estado como elemento distribuidor, y especialmente, defenderemos el estímulo a toda actividad productiva, no solamente con desgravaciones impositivas sino toda inversión de capital; todo empresario industrial, todo ciudadano paraguayo que colabore con el desarrollo debe ser apoyado por el Estado y debe combatirse la inversión especulativa o improductiva.

 

                Termino expresando mi convicción de que en esta Convención Constituyente va a primar el debate del ciudadano, va a primar el debate del representante político, que viene a establecer las pautas históricas para fundar jurídicamente la democracia y así hacer posible que la sociedad entera cuente con instrumentos que efectivamente posibiliten la aplicación de la Ley, y que superemos también esa vieja historia paraguaya de que la Ley va por un lado y la práctica va por otro.

 

                No existe otra alternativa para el orden jurídico democrático, que contar con instituciones democráticas factibles de ser aplicadas.

 

                Honorables Convencionales Constituyentes, pocas veces en nuestra historia se dio un ambiente de libertad electiva como para otorgar la legitimidad política y jurídica a esta Convención, y tal vez sea esa la responsabilidad más grande que carga sobre nuestros hombros.

 

                Tenemos que crear una Constitución que funde jurídicamente la democracia y nos provea de los instrumentos institucionales para buscar la libertad, la justicia y la igualdad. Muchas Gracias.

 

                APLAUSOS...

 

SEÑOR PRESIDENTE : Tiene el uso de la palabra el señor Convencional Euclides Acevedo por el Partido Revolucionario Febrerista.

 

SEÑOR CONVENCIONAL EUCLIDES ACEVEDO: Señor Presidente de la Convención Nacional Constituyente. Señores Presidentes de los Poderes del Estado. Invitados Especiales. Convencionales. Señoras y Señores.

 

                Minutos antes de instalarse esta Sesión Inaugural, un periodista me preguntó si qué iba a ser más importante: El discurso del Presidente de la República o la Inauguración de esta Convención.

 

                Señor Presidente de la República: Su discurso, sin dudas, ha sido histórico e importante. Y lo felicito por no haber caído en la tentación de sospechosos consejos y, sobre todo, de haber evitado la patológica tentación del acaparamiento del Poder y la perpetuidad del ejercicio.

 

                Lo felicito señor Presidente, y que los exponentes de las Fuerzas Armadas aquí presentes, reivindiquen el compromiso de su Comandante en Jefe y que las caladas bayonetas nunca más tengan los negros crespones de la muerte. En todo caso, posen en la trompetilla de sus fusiles el rojo de la justicia, o el blanco jazmín de la paz.

 

                APLAUSOS...

 

                Ha sido importante su discurso señor Presidente; pero mucho más importante, la inauguración del proceso de mutación profunda de las estructuras políticas y jurídicas, que, durante larga invernación, ha contaminado el ambiente, pero sin anular ni embotar el instinto y la vocación democráticas del pueblo paraguayo. Por eso la ocasión es histórica e irrepetible. Y por irrepetible e histórica, en nombre del Partido Revolucionario Febrerista convocamos que en Convención estén: abnegación y talento, fecundidad, tolerancia, diálogo, sabiduría, prudencia y solidaridad, para poder así facturar una Constitución jurídicamente pulcra, políticamente democrática.

 

                Pero la reforma de la Constitución no garantiza la democracia, aunque la facilita. Garantizará la democracia, después de esta factura constitucional, la genuina participación popular y la alternancia en el ejercicio del Poder. Por eso su discurso señor Presidente, es la primera figura constitucional didáctica que tendrá que ser puesta en práctica en la próxima Constitución: la alternancia en el Poder. Por eso nosotros creemos, señores Convencionales, que la Constitución Nacional, como amparo, no de la dignidad de la pobreza, sino del orgullo de la igualdad, ya dejó de ser una aspiración utópica y es una tangible y desafiante realidad.

 

                Creo por eso, señores Convencionales, que el reto estamos dispuestos a asumirlo. Y desde hoy las puertas de la República y sus ventanas están abiertas para la democracia para siempre, y si algún mérito nos vamos a adjudicar los Convencionales, y nuestra figura será siempre fugaz y transitoria como toda figura democrática, el único mérito que vamos a adjudicarnos, es habernos adelantado, haber auspiciado y escrito el futuro. Muchas gracias.

 

                APLAUSOS...

 

SEÑOR PRESIDENTE : Tiene la palabra el Convencional Luis Alfonso Resck, por el Partido Demócrata Cristiano.

 

SEÑOR CONVENCIONAL LUIS ALFONSO RESCK: Excelentísimo  Presidente de la República. Ciudadano Presidente de esta Magna Asamblea.

 

                Señores Presidentes y Miembros de los Poderes Públicos. Señores Miembros del Cuerpo Diplomático e Invitados de Honor. Honorables Convencionales:

 

                Constituye Para la Democracia Cristina, particularmente para quien tiene a bien dirigiros este mensaje, un hecho de singular significación, participar de esta histórica Asamblea Nacional, luego de medio siglo de desigual y abnegada lucha, tras abandonar los impenetrables yerbales a orillas del romántico Ybytyrusu, como un humilde agricultor del campo.

 

                En pos de un Estado de Derecho, de ancha base social, como a la vez de hondo contenido ético-cívico, a fin de superar todo un deshumanizante sistema de vida, caracterizado por la autocracia y la injusticia social, la corrupción y el miedo, en mis alforjas de modesto patriota, más allá del Partido, pletórico de rara emoción y renovada esperanza, traigo a este templo del civismo, como un apasionado y sincero servidor de la suprema causa, del tantas veces postergado pueblo paraguayo, con el debido respeto y la amplitud de espíritu, un abierto paquete de sugerentes propuestas a la luz del humanismo integral. A manera de palpitantes inquietudes emergentes de las dolorosas pero no menos fecundas vivencias, el cual si bien de dimensión universal, sin embargo lógicamente contempla también situaciones concretas de nuestro cotidiano devenir , el ahora y el aquí siempre en dirección al porvenir.

 

                La temática de suyo es rica y compleja. Por tanto, a los efectos de la Carta Magna, han de concurrir diferentes disciplinas que tracen las más conducentes pautas como necesario marco tendiente a posibilitar las más efectivas respuestas a los acuciantes problemas que afligen a nuestro pueblo, en la afanosa búsqueda de su efectiva liberación, erradicando así definitivamente los graves vicios heredados del pasado, que corroboran las crisis de valores.

 

                Estamos viviendo un período de transición, tanto en el plano nacional como internacional. Por eso es oportuno, es importante destacar una vez más, el fracaso de los dos más grandes, entre otros, sistemas. El sistema individualista que repunta de nuevo y el colectivista, respectivamente, porque no sólo no han satisfecho las justas demandas de los hombres, de los pueblos que transitan por el azaroso camino de nuestra agitada historia, sino que, peor aún, porque han deteriorado marcadamente el rostro del ser humano, en su insobornable divinidad, fuente de todo derecho; y han interferido la autodeterminación en general de los pueblos de nuestra tan castigada América Latina.

 

                Ante esta situación, los mismos se empeñan en hallar nuevos rumbos y, consiguientemente, ven abrirse un promisorio cauce, en cuyo marco, bajo la éjida de la libertad y de la justicia social, valores éstos aunque distintos, sin embargo incluyentes,  que   se complementan mutuamente, el hombre puede encontrar la fuente donde saciar todas sus necesidades, sin discriminación alguna, en un mismo renglón de igualdad de oportunidades y posibilidades.

 

                Y en ese inmenso horizonte que suscita la natural apetencia de todo hombre y de todo pueblo para una vida digna, consciente o inconscientemente, lo constituye, al decir de Lebré, el redescubrimiento del bien común que acoge a todos, de modo a canalizar a cabalidad la efervescencia de nuestros campesinos y obreros que viven en las fronteras de la sociedad, de los indígenas en la triste marginalidad, de los maestros subestimados en su quehacer educativo, de los profesionales y empresarios con vocación de servicio e, inclusive, de la misma iglesia en su apostólica misión.

 

                Esta es la razón por la cual aspiramos a crear la nueva República, a través de la próxima Carta Magna, en el amplio contexto de un Estado moderno, de ayornamiento a los signos de los actuales tiempos, realmente democráticos, pluralistas y participativos, más allá del Estado gendarme insensible ante la lamentable suerte de los indigentes o de menores recursos, y del Estado autoritario o poderoso, que genera ciudadanos serviles y dependientes; un Estado Social de Derecho, siendo el hombre como persona humana su centro, cuya función supletoria consista en la regulación de la sociedad y en la promoción del bien común. El Estado ha de ser para el hombre y no el hombre para el Estado, la economía al servicio del hombre.

 

                Ahora bien, para la conquista de tan noble ideal, es de vital importancia la absoluta observancia de los inalienables derechos humanos. Estas son facultades inherentes al hombre. Me inspiro en las palabras de uno de sus más destacados redactores de quien fui discípulo, Mariten y Mumier, en las Naciones Unidas.

 

                La absoluta observancia de los inalienables derechos humanos, estas son facultades inherentes al hombre, cuya vigencia posibilita su edificación, tanto en su dimensión individual como social y trascendente. No son, pues concesiones graciosas de organismo o gobierno alguno, sino exigencias de su misma naturaleza, no son, por tanto, propiedad de partido o Estado  alguno, sino anteriores a éste. Son sí, patrimonio de la humanidad. Existe entre ellos una lógica correlación. Por eso es conveniente enfocarlos globalmente, ya que la conculcación de uno de ellos incide negativamente sobre los demás.


                He aquí porqué compete a esta Convención Nacional, interpretando esta realidad, solamente loable con motivo de consagrarlo formalmente como lo hicieron las Naciones Unidas, más que en una simple enunciación, a través de rigurosos mecanismos que garanticen su efectiva aplicación.

 

                Es dable poner acento en los derechos políticos civiles de la primera generación; en los derechos sociales, económicos, culturales de la segunda y en los colectivos de la tercera, a más de los derechos emergentes, derecho por ejemplo de la ecología desde el punto de vista natural y moral.

 

                Aunque se va avanzando ostensiblemente en el campo político, subsiste evidentemente el cercenamiento sobre todo en el terreno social y económico. Cabe exaltar entre los fundamentales, el derecho  a la vida y a la vida en plenitud, desde el momento supremo de la misma concepción en el seno materno, al respeto y la promoción de la dignidad humana, a la libertad y a un sistema de educación liberadora para el desarrollo, a una reforma agraria integral partiendo del principio de que la tierra es de quien la trabaja y de que el derecho a la propiedad tiene una función social. El derecho al desarrollo de todo el hombre y de todos los hombres, y como lo dice Paz in Terri, el derecho incluso al desarrollo moral, que se logra mediante el ejercicio del derecho del pueblo a la democracia real.

 

                Por otra parte, quisiéramos destacar que se debe establecer la condena a toda dictadura, cualquiera sea su signo, sea de la motivación que fuere y con más razón aún a la tortura, como crimen de lesa humanidad. La Constitución no puede ser por supuesto la panacea de todos nuestros males, sino la tea encendida que ilumine el itinerario a seguir en aras de la grandeza nacional.

 

                En esta hora augural de la navidad, Honorables Convencionales, cerca del pesebre, al beso de la estrella de Belén, os exhorto a marchar juntos más allá de las diferencias, con desprendimiento y grandeza de alma, con miras al venturoso destino de nuestro pueblo, al lado de nuestros hermanos de la América Latina, para romper así toda dominación interna y dependencia externa y superar el frío y sensible abismo de la relación Norte y Sur tan injusto, por el camino de la integración para proclamar la paz evangélica cimentada sobre los angulares pilares de los derechos humanos. Loor, pues a la nueva Constitución, loor consiguientemente a la nueva República, loor por tanto, al nuevo Paraguay, donde prevalezcan la libertad y la justicia social al fulgor de la verdad y la ética para consagrar definitivamente la civilización del amor frente a la incivilización del desamor. Muchas gracias.

 

                APLAUSOS...

 

SEÑOR PRESIDENTE : Convención Nacional Constituyente, Señores Convencionales:  Se ha cumplido el objeto de esta Sesión de Inauguración solemne de la Convención Nacional Constituyente. Antes de levantar la Sesión, deseo recordarles y reiterarles la invitación de la Presidencia a un brindis en este mismo edificio, en el 2do. piso, para que la Convención y sobre todo las deliberaciones de esta Asamblea, tengan el más pleno éxito. Así que están invitados inmediatamente todos los Convencionales y los asistentes a este acto.

 

                Levanto la Sesión y agradezco la presencia del Presidente de la República, de los Miembros de los demás Poderes, la presencia de la iglesia y de los pueblos indígenas.

 

                Muchas gracias. Se levanta la Sesión.

 

SE CIERRA LA SESION SIENDO LA HORA 12:10.

 


                                                                                                                      


RESOLUCIONES ADOPTADAS

 

 

                Designación de los integrantes de la Comisión de Acompañamiento: Convencionales Mirian López, Luís A. Duarte Molinas, Herminio Cáceres, Miguel Abdón Saguier, Euclides Acevedo y Víctor Quevedo.

 

 

 

                Designación de los integrantes de la Comisión de Recepción: Convencionales Luís Alfonso Resck, Tomás Ortíz, Rodrigo Campos Cervera, Carlos Villagra Marsal, Darío Palacios y Migdalia R. de García.

 

 

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